Cuando el fútbol profesional estaba en sus albores (siglo XX, década del 30) Uruguay ya era una potencia futbolera: campeón olímpico y campeón mundial. Y hoy, cuando el fútbol profesional ha llegado a siderales niveles de expansión (social, cultural, económica, etcétera), Uruguay pisó fuerte en Sudáfrica y despabiló a legos, necios y despistados de por lo menos cuatro continentes.

¿Cómo se explica que de un país de 3,5 millones de habitantes salgan tantos y tan buenos jugadores? Exportador por antonomasia, es capaz de suministrarle delanteros al Atlético Madrid, al Ajax, al Palermo; mediocampistas al Porto, al Benfica, al Mónaco; defensores a la Juventus, al Fenerbahce; y hasta un estupendo arquero a Lazio. "Ni sabía que existía ese país", dijo, sin ponerse colorado, uno de los más destacados periodistas deportivos holandeses en vísperas del partido que los naranjas y los celestes jugaron en Ciudad del Cabo.

Eduardo Galeano (más uruguayo que el mate amargo en la rambla de Montevideo) no pudo ni quiso resistir la tentación de aportar lo suyo, de honrar al cautivador juego de la pelota número 5, y allá por 1995 publicó El fútbol (a sol y sombra), una compilación de ensayos breves que tal vez no tengan el rigor de Las venas abiertas de América Latina o de Memoria del fuego, pero sí conservan una mirada aguda, un corpus ideológico definido, una prosa certera y una resuelta búsqueda de una narrativa poética, o de una poética de la narrativa, o en todo caso de un modo de narrar que sin renunciar a eventuales asperezas sea capaz de labrar su propia estética.

Que de allí, justamente, emanan las devociones futboleras de Galeano: de la vocación de enaltecer la belleza. En este caso, la de un deporte que, según juzga, ha ido perdiendo esplendor conforme avanzaron la tecnocracia profesional, la apología de la velocidad y de la fuerza y, en última instancia, la voracidad lucrativa.

Dice Galeano, en Confesión del autor, que a la larga ha terminado por asumir la identidad de un mendigo del buen fútbol, que va por el mundo sombrero en mano, suplicando, en cada estadio, "una linda jugadita, por amor de Dios". El fútbol (a sol y sombra) es un entretenida sucesión de evocaciones, reflexiones, semblanzas y tomas de posición, cada cual con valor en sí mismo y a tono con el conjunto, que recorre la genealogía del juego, sus hitos, sus cultores más destacados, personajes laterales, episodios trascendentes, o curiosos, o en todo caso dignos de mención, sin que falten, desde luego, los mundiales de fútbol.

En este indicador específico Galeano tiene la pertinencia y el buen gusto de zanjar una deuda contraída por el mero transcurso de los años. Como la versión original fue editada en 1995, esta reedición contante, sonante, flamante y crocante ofrece las pinceladas que le merecieron el Mundial de Francia (1998), el de Corea-Japón (2002) y el de Alemania (2006).

Se sobreentiende que el portentoso Mundial que consumó su amado Uruguay le inspirará nuevos tacos y sombreros.

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Walter Vargas